Durante una entrevista concedida al diario Perfil, el gobernador Gerardo Zamora aborda diferentes temas de actualidad entre los que destacan el impacto de la pandemia en la economía provincial y nacional.
¿Cómo evalúa el triunfo de Gustavo Valdés y el radicalismo en Corrientes?
—Lo llamé para felicitarlo. Lo conozco y tengo mucho afecto por Gustavo Valdés. Militamos juntos casi en las mismas épocas. Es un par de años menor que yo.
—¿Estuvieron en la Juventud Radical?
—Cuando me iba, a los 30 años, él entraba al mismo cargo que tuve, delegado nacional. Debe haber hecho bien las cosas. Es lo que recibió el mérito del pueblo correntino. Porque fue un plebiscito de la gestión. La elección de Corrientes es una autónoma. Fue para gobernador, se eligieron los cargos provinciales. Tuvo un muy buen resultado. Debe deberse a su gestión.
—¿Dice algo a nivel nacional?
—Las elecciones, por más que sean nacionales, son legislativas. Corresponde un análisis diferente. El 12 de septiembre es una PASO; pero el mismo día todas las provincias eligen sus candidatos a legisladores. También son elecciones de alguna manera. A veces se nacionalizan mucho los resultados, sobre todo en provincia de Buenos Aires y/o Capital Federal porque es un núcleo muy importante y proyecta. Que la elección de Corrientes tenga una proyección nacional seguramente es un anhelo de ese sector. Seguramente entusiasma.
—En Salta ganó un oficialismo de signo contrario al de Corrientes, que también ganó. Se dijo que era tan fuerte el desgaste que producía gobernar con el coronavirus que en la mayoría de los países del mundo los gobiernos perdían.
—En las encuestas se percibe malhumor por los efectos de la pandemia y sus consecuencias económicas, se tome el camino que se tome. Aun si se tomara el camino de que importe más lo económico por sobre lo sanitario, como en Estados Unidos o Brasil, tampoco la performance fue buena. A la larga, el efecto sanitario afecta lo económico. El mundo está afectado. Quienes tenemos la responsabilidad de gobernar sufrimos la consecuencia del mal humor por lo económico. Por haber debido tomar medidas a veces poco simpáticas. En el fondo la gente reconoce. Todos los gobernadores estuvimos de acuerdo. Quien habla, Gustavo Valdés, todos los representantes de las provincias, estuvimos de acuerdo con las medidas que se tomaron a nivel nacional. Fue generalmente consensuado el camino de cuidar la salud por encima de la economía.
—¿Tendrá consecuencias electorales la pandemia?
—No me animo a decirlo. Pero en cada provincia la gente plebiscita lo que se hace. Quizá los santiagueños no piensen igual que los cordobeses y los cordobeses diferente de los misioneros o los correntinos. No es una elección como una presidencial, que elige la conducción del país por los próximos años. Lo que se está eligiendo es a los representantes al Congreso de la Nación. Hay múltiples ofertas en cada provincia.
—Como conjetura, podemos decir que las críticas irán al Presidente pero no a los gobernadores o a los intendentes.
—Las críticas son generalmente de la oposición, y muy fuertes. Quienes gobernaban no hicieron esas críticas. La oposición, en términos de representación partidaria, boicoteó las medidas preventivas. Se vio en las marchas. Los gobernadores no participaron. Participamos dentro del norte grande, un comité de diez gobernadores en el que están los del oficialismo nacional y los de la oposición. Trabajamos siempre en conjunto. La respuesta de Corrientes también corresponde a eso. La gente reconoce que los gobernadores nos hemos preocupado por la salud. Tomado medidas a veces no simpáticas, pero que dieron resultado. Es doloroso hacer comparaciones porque estamos hablamos de cifras de fallecidos. Hay familias que perdieron seres queridos, todos hemos perdido a alguien. Pero fue por la pandemia, no por las medidas. Lo que se evitó con la pandemia es que las olas de contagio superaran la barrera de las capacidades sanitarias hospitalarias, como pasó en otros países. Ese desborde fue una imagen terrible. Aquí en la Argentina no se lo vio. Esa decisión del Presidente fue adecuada y acompañada por los gobernadores, hemos acompañado eso. El desgaste o no se verá en el resultado.
—¿Perdió imagen positiva respecto de hace dos años con pandemia de por medio?
—No tengo mediciones de esa naturaleza. Las mediciones son anteriores a la pandemia. Recién estamos empezando a hacer encuestas, luego de más de un año y medio. Nos parece que tenemos una razonable buena imagen. Eso me alienta a presentarme para cuatro años más. Toda elección es un plebiscito, incluso la legislativa. Nosotros, y en esto englobo al gobierno nacional, intentamos hacer todo lo mejor para cuidar la vida y la salud de los santiagueños. Tanto el gobierno nacional como el provincial hicimos todo para paliar los efectos de las medidas en ese sentido: ATP, IFE, apoyo a las pymes. A eso se suma una inversión importante que se viene realizando en la provincia en infraestructura. Son medidas contracíclicas. Es un poco ambicioso decir que una provincia puede tomar una medida anticíclica, porque no tenemos la capacidad suficiente para manejar la economía en términos generales. Y en esto ayuda también el gobierno nacional. Pero fundamentalmente contribuye la situación financiera de nuestra provincia, sin deudas, una provincia sin “empleomanía”. Existe la idea de que si alguien gana en una provincia por el 70% de los votos es porque el 70% son empleados públicos. Nuestra provincia está muy lejos de eso. Somos una de las que tienen menos gasto político. Nos permite hacer obras. En uno de los mejores momentos, cuando el país crecía, llegamos a tener 8 mil a 8.200 empleados con libreta Uocra. Son los directos, porque también hay muchos indirectos. Uno de los indicadores de la economía, aparte del consumo de combustible, de energía, es la construcción. A su vez, tiene dos parámetros: la bolsa de cemento y la libreta Uocra, con la que trabaja un empleado en regla. En estos dos indicadores, los mejores anteriormente se dieron en esa época. Fines de 2006, principios de 2007. Hoy estamos en 8.500/8.600, con récord. Llegaremos a fin de año cerca de los 10 mil. Esas son las medidas anticíclicas. Tenemos recursos e invertimos más. Eso ayuda, mejora la economía, dinamiza el comercio. El peor momento de la historia, 6.800, fue en la época de Macri. Hoy, 2021, estamos mucho mejor que en 2017, 2018, 2019. Son las cosas que valora la gente. No solamente es mejor la calidad de vida. Sucede cuando construimos escuelas, caminos, hospitales, estamos por hacer un hospital universitario. Se abre el 25 de septiembre la licitación, los sobres de las ofertas son fondos provinciales. No es solo una mejor posibilidad de salud y educación. Nuestros estudiantes de Medicina podrán hacer prácticas. Hay gente que trabaja ahí y dinamiza el comercio.
—El responsable del Partido Justicialista de Santiago del Estero, José Emilio Neder, dijo: “A este proyecto de unidad provincial, cuya prolija gestión del gobierno encabeza Gerardo Zamora, nosotros lo defendemos y ponemos en valor”. ¿Qué diferencia hay entre sus pensamientos y los del peronismo? ¿La palabra “prolija” en boca de un peronista implica un reconocimiento?
—En Santiago del Estero construimos un proyecto político provincial. Son hombres y mujeres de origen radical y peronista que mantienen su propia identidad e incluso su propia pertenencia partidaria o su propia estructura partidaria. Aproximadamente, en la última elección fueron 28 partidos políticos que integraron el Frente Cívico por Santiago. Probablemente en esta serán más.
—¿Es algo parecido a Corrientes?
—No tengo el dato, pero también son muchos partidos.
—Incluye al peronismo.
—En el caso de Santiago, sí. El Partido Justicialista está dentro del Frente Cívico por Santiago. No así la Unión Cívica Radical, porque está intervenida en la provincia. El frente nace con la Unión Cívica Radical cuando yo era su presidente. Cuando algunos gobernadores decidimos hacer la transversalidad, el radicalismo me expulsa a mí, a Julio Cobos, a Alfredo Cornejo, que ahora es presidente, a Arturo Colombi. Nos expulsan por integrar o apoyar la fórmula Cristina-Cobos.
—Pero usted después no puede volver. Todos los demás están en el radicalismo.
—Tampoco me pudieron sacar del padrón porque gané en la Cámara. No importa. Soy respetuoso. No participo de la vida política de la Unión Cívica Radical. El radicalismo en su gran mayoría está en el Frente Cívico por Santiago. No es un partido, es un frente. Tengo un fuerte respeto por el peronismo de mi provincia y un gran agradecimiento.
—Un número que supere el 75% inevitablemente debe contener al peronismo.
—Se precisa una confluencia de muchos sectores políticos. Ni el radicalismo ni el peronismo solos tienen una adhesión de esa naturaleza en ningún lugar. Hay una construcción.
—En Jujuy también el gobernador radical tiene una alianza con el peronismo.
—Llegó a la gobernación con un vice peronista.
—Hay un radicalismo que puede incorporar peronistas, aunque no sea de forma estructurada, como en Corrientes.
—Corrientes ha hecho buenas elecciones siempre. El anterior gobernador también.
—¿Cómo se logra esa amalgama entre peronistas y radicales?
—Con respeto, pensando en objetivos comunes. El Frente Cívico por Santiago es un proyecto político provincial. En este momento tenemos una posición de ayuda, de integración y de apoyo al Frente de Todos. Fuimos oposición al gobierno de Macri. Fue una oposición constructiva, como casi todos los gobiernos de provincias. Macri con presupuesto todos los años, aun sin tener mayoría en el Senado. Hubo buena predisposición, cosa que no vemos ahora. Es muy feo para la democracia decir: “Vótennos para que no tenga mayoría el Gobierno”. Deberían decir: “Vótennos, porque nosotros vamos a proponer cosas mejores”. Es lo que hacemos en nuestra provincia. Propusimos una diferencia de lo anterior. No solo medidas anticíclicas; hay informes que demuestran que manejamos bien la pandemia. El propio Indec, en su último dato oficial, segundo semestre de 2020, plena pandemia, reconoce que la pobreza subió en la Argentina. Pero en Santiago del Estero y otras tres provincias bajó.
—¿Y cómo fue posible?
—Porque tomamos muchas medidas. No se toman solamente porque se quiere, se las toma porque se puede. No es una provincia con déficit financiero. Al contrario, tenemos cero de endeudamiento. Eso nos permite a veces manejar hasta superávit financiero e invertirlo donde y cuando es necesario, sin endeudarnos. No se cayó en ninguna medida de ajuste para cubrir la inversión para duplicar la capacidad en materia de salud, para ayudar a los sectores más carenciados. No hablo solo de los sectores vulnerables. También me refiero al turismo, al comercio, a los pequeños productores que no podían levantar la cosecha y les dimos subsidios. No había precio del algodón. El mundo vivió un momento muy difícil. La Argentina se recupera con mejores indicadores que en 2019. La gente lo puede palpar. En lugares como Capital Federal son otras las necesidades. Quizá no se dimensiona el gran esfuerzo del Estado nacional y los provinciales.
—¿Qué tronco común une al peronismo y al radicalismo?
—El peronismo y el radicalismo tienen características similares. Nacieron en épocas diferentes, pero con los mismos principios. El radicalismo de Alem nace sobre la lucha de los desposeídos.
—¿Eso fue lo que lo llevó en la época de la transversalidad a usted, a Colombi, a Cornejo, a Cobos, a sumarse a la transversalidad de Néstor Kirchner?
—Sí. Se hacían cosas favorables para el país.
—¿Y qué pasó con Mauricio Macri?
—No voté a Macri, gracias a Dios. Estoy tranquilo. Cometí muchos errores en mi vida, pero votar a Macri no fue uno.
—¿Cómo analiza la presencia del radicalismo en la coalición que integra con el PRO?
—Me da pena. Vengo de una familia casi apolítica, mi padre y mi madre no eran políticos. Me sumé a la participación en el radicalismo por Alfonsín. Toda una generación ingresó en un momento de hiperpolitización de la juventud argentina, a partir del 83. Gran parte fue por la figura de Alfonsín, que sigue siendo un referente dentro y fuera del radicalismo.
—Alberto Fernández también reivindica a Alfonsín.
—Alfonsín jamás hubiera hecho una alianza con este sector de la derecha argentina que representaba Macri. Derecha mentirosa también porque hicieron bastante populismo. Triplicaron los planes sociales y una serie de cosas que no iban en consonancia con lo que representaban. Tampoco fueron muy sinceros. Si hubiera estado Alfonsín, jamás lo hubiera permitido. El radicalismo perdió casi todas las capitales de provincia que tenía. Córdoba, Río Gallegos, Paraná, Neuquén.
—A nivel gobernaciones, no fue igual.
—Son muy importantes las capitales de provincias para una fuerza como el radicalismo. No se lo respetó dentro de la coalición. Pero no quiero opinar, tengo que ser respetuoso. No estoy participando del PRO.
—¿El triunfo de Corrientes y la interna bulliciosa en la provincia de Buenos Aires marcan un renacer del radicalismo?
—Lo que ayuda a cada uno de los partidos políticos es muy bueno, siempre que sea a través del voto de la gente. Fortalecer las instituciones democráticas es muy bueno. No me alegra cuando crece la antipolítica. El triunfo de Corrientes es de la política. Y si le sirve al radicalismo, el radicalismo es la política.
—¿Quién es antipolítica?
—Está representada en gran parte por el macrismo. Lo representa esa forma de plantearlo como algo liviano, suave, simples eslóganes.
—¿Incluye a Larreta en eso?
—Lo veo más trabajar. Debo reconocer, no lo veo con eso. Se habló mucho estos días de la profesora de Historia como si fuese ministra de Gobierno. Pobre mujer, estaba muy exaltada. Comparto que estuvo mal. Pero adoctrinamiento es otra cosa. Yo discutí con mis profesores cuando era adolescente. En esa época, con la misma edad, no tenía facultad de votar. Hoy un chico de 16 años, un adolescente, es un ciudadano. Tiene el derecho y la obligación de votar. No veo a Larreta haciendo lo de Macri de ir al Monumento a la Bandera de Rosario a explicarles a los alumnos que hay mafiosos que andan en camiones, a chicos de 5, 6 años, y hacerles repetir: “Sí, se puede”. Lo veo un poco más razonable.
—¿Y Javier Milei?
—Es un fenómeno porteño. Es muy bueno para los porteños porque es un disruptivo.
—¿Puede tener incidencia en el interior?
—En las provincias somos diferentes. No sé si más malos o buenos. Se construye, se gana prestigio, se hacen cosas por la gente. Transmitir odio y ser agresivo de esa manera no es bueno.
—Vuelvo a preguntar: ¿ve un resurgir del radicalismo?
—Ojalá que el radicalismo vuelva a surgir con sus principios, con sus valores. Ojo que al peronismo también le pasa lo mismo. Son movimientos más que partidos. Son tan amplios que conviven matices, o más. No quiero dar nombres, pero en el peronismo convive desde gente de un ala totalmente progresista o casi socialista hasta gente de derecha. Me animaría a decir que en el peronismo hay gorilas. Algunos quedan, otros se van, otros vuelven. En el radicalismo pasa lo mismo.
—¿Ve un magma, una hibridez entre los significantes “radical” y “peronista”, en dos coaliciones que se nutrirán de componentes de los dos troncos?
—A la gente le importa poco la disciplina partidaria. Le interesa muy poco. La gente es más inteligente de lo que los políticos creemos. También los jóvenes. Le voy a dar un ejemplo. Vi gente quemar barbijos, decir que había que rebelarse ante la cuarentena, personas que decían que el virus no existe, que te ponían un microchip en la vacuna; también a políticos renombrados que decían que la vacuna era veneno. Y porque tenemos una campaña de vacunación muy importante dentro de nuestra provincia, vi que había sectores de determinada edad que se resistían a vacunarse. La Argentina y Santiago del Estero tienen un alto índice de vacunación, no solamente en para el covid-19. Las vacunas del calendario obligatorio tienen más del 90%. Somos un país muy culto en ese sentido. Los jóvenes fueron todos a vacunarse. Todos. Son mucho más inteligentes. Confío en eso. Puede haber lo que haya, lo importante es que se fortalezca la política. Sin la política, no se puede gobernar. Somos un proyecto político provincial. Nos preocupa primero la provincia. Somos un proyecto político porque tomamos decisiones. Ni un gurú, ni nadie de afuera, ni ningún poder concentrado, por más poderoso que sea, nos va a decir qué tenemos que hacer.
—Remarca el proyecto político provincial. Pero al mismo tiempo se coloca como candidato a diputado suplente. En la boleta aparece su rostro como principal elemento de atracción.
—Es la cuarta vez que lo hago.
—Podría inferirse que usted no desdobla las elecciones para gobernador, sabiendo que a lo mejor puede obtener más votos, porque le interesa mucho la elección nacional y la cantidad de diputados que pudiera obtener.
—No lo niego. Soy un político militante. Lo soy como candidato, cuando no lo soy. Si debo ser suplente, lo soy. Doy la cara. Está la cara porque doy la cara. Si el resultado es malo en Santiago del Estero el 12 de septiembre, no le voy a echar la culpa a Alberto Fernández. El resultado será porque plebiscito mi gestión. Desde la oposición se puede prometer, criticar, decir. Pero desde el gobierno, el proyecto y las decisiones políticas van en un mismo sentido. Mientras más representación tengamos desde nuestro proyecto político provincial, será para defensa de los santiagueños.
—¿Cuántos diputados y cuántos senadores nacionales tiene usted del total de los representantes de Santiago del Estero?
—Todos. Compartimos distintas fuerzas políticas, pero coincidimos.
—¿Existe otro caso de una provincia que tenga todos de la misma fuerza?
—No sé. Puede ser Corrientes, que ahora tiene mejores resultados que yo.
—Usted los viene teniendo desde 2005.
—Algo habremos hecho bien.
—Un hecho previo a las elecciones de Corrientes fue una bala que le entra en el medio de un acto a un diputado de la oposición, Miguel Arias, en este caso del peronismo. ¿Qué pasaría si eso mismo le hubiera sucedido a un candidato de Juntos por el Cambio en Santiago del Estero?
—La Justicia debe aclararlo. Los medios hablaron poco de esto. Se ve que no era de mucho interés. Supongo que la Justicia de Corrientes estará investigando. No conozco al diputado, pero me solidarizo. Lo haría con cualquiera de cualquier fuerza política. Lo que hubiera hecho es esperar. Ser prudentes. Solidarizarnos. Si eso hubiera ocurrido en Santiago del Estero, muchos canales de televisión transmitirían en vivo. Patricia Bullrich estaría haciendo marchas, los diputados de Juntos por el Cambio pidiendo la intervención de la provincia. Si hubiera sido en Formosa o Chaco, sería igual.
—¿Hay un prejuicio?
—De tanto repetir las cosas, terminan creyendo que es verdad. Aquello de que “somos la república”. Hay hipocresía en afirmar que Macri es la república. Y el primer día nombró dos jueces de la Corte por decreto. Imagínese si Cristina hubiera hecho eso.
—De cara a 2023, la frase que con Cristina no alcanza…
—En mi provincia no sucede. Y en muchas provincias tampoco.
—¿A qué atribuye el rechazo que tienen Cristina Kirchner y sus representantes, como los dirigentes de La Cámpora y su hijo Máximo?
—Me es difícil una mirada nacional porque soy un dirigente provincial. Me excede.
—Usted fue presidente provisional del Senado. Tercero en la línea sucesoria.
—Pero soy dirigente provincial. Habría que ver si es tan así el nivel de rechazo. Cristina fue candidata a vicepresidenta y ganó. ¿No será también algo que, de tanto repetirlo y amplificarlo, ciertos sectores, ellos mismos, terminan creyendo que es cierto?
—¿Y eso se refleja en las encuestas y no se verá en el voto?
—Puedo opinar de mis encuestas provinciales, porque después se ratifican con el voto. Hubo una encuesta que le daba ganador a Macri en primera vuelta una semana antes de las elecciones de agosto de 2019. Es muy difícil hacer hoy encuestas. Solo pueden ser telefónicas o creo que ahora hay una nueva modalidad online, pero no tienen un grado científico exacto. No estoy criticando a los encuestadores. Hacen lo que pueden, pero hoy es muy difícil encuestar. Es muy difícil golpear una puerta y conseguir una entrevista.
—¿Para 2023 habrá una eventual candidatura de Cristina?
—Ella debe decidir primero si quiere ser.
—¿Podría ganar?
—Ya ganó siendo candidata a vicepresidenta.
—¿No era necesario Alberto Fernández y será ella la candidata a presidenta?
—Tengo profundo respeto por la vicepresidenta y respeto y aprecio también por Alberto Fernández, al que conozco aun desde antes. Conocí a Néstor Kirchner por Alberto Fernández. Yo no era gobernador aún, sí estaba entre las posibilidades. Pero era un intendente de capital de Santiago del Estero. A Alberto le tocó gobernar en un momento muy difícil. Hacer especulaciones sobre 2023 me parece algo muy alejado. No sabemos qué sucederá hasta fin de año. Desde lo económico los problemas son muy complejos. Todos, de un lado y otro de la grieta, debemos hacer el mayor esfuerzo para frenar la inflación y estabilizar la economía. Estar todos de acuerdo en ver cómo se negocia lo mejor posible con el Fondo. No entrar en la discusión de si Facundo Manes u Horacio Rodríguez Larreta serán candidatos a presidente y Cristina su rival. Me parece alejado de la realidad de la gente.
—¿Deberían producirse cambios después de las elecciones?
—Depende del Presidente. El Gobierno debe hacer el máximo esfuerzo en unir a la gente. Unir, bajar los decibeles, conversar. Como se hizo para la pandemia y estábamos todos de acuerdo en determinadas medidas Lo central es que hay que tratar que la economía argentina se estabilice. Obviamente, el que tiene que tomar las decisiones es el que gobierna. A veces hay que tomar medidas duras. Para tener la tranquilidad fiscal del Santiago de hoy, hemos ahorrado, hemos cuidado, administramos bien. Hacemos cosas porque podemos. A veces administrar bien no es simpático. Es más lindo administrar cierta abundancia, aunque sea efímera. Tiene esa característica la Argentina. Hay que tratar de domar la economía. Hacerlo sin perjudicar a los sectores más vulnerables ni hacer demagogia tampoco.
—¿Un plan antiinflacionario sería prioritario?
—Sí. Yo no me animaría a decir cuál. No soy especialista en la materia, pero todo plan antiinflacionario implica un ajuste. No hay enfermedad que se cure con torta de chocolate, festejando un cumpleaños, comprando regalos o yendo a bailar. Se hace con una operación, con una cirugía. Cuando se tomaron medidas para parar la inflación, se hicieron programas que tampoco son para siempre. Quizá sea más viejo de lo que yo mismo creo, pero cuando se cambió de nomenclatura y se pasó al Plan Austral, fue un plan antiinflacionario que duró un tiempo y le permitió a Alfonsín ganar la elección de medio tiempo por robo. El motivo del triunfo aplastante fue el Plan Austral. Después estos planes se agotan. Se necesita algo más estable. Pero habría que hacer algo para domar esto que viene desbocado. Seguimos con una inflación casi como la dejó Macri. Allí hubo un desagio. Alguien pagó eso también. Son medidas que habrá que tomar y necesitan consenso. Que todos los que estamos en política dejemos de lado las cuestiones secundarias. Espero que pase la elección y con el gobierno como responsable se tome un plan. Por eso me preocupa ese “impidamos que tengan mayoría”. Lo hicieron cuando se formó el grupo A. Se propusieron dejar sin presupuesto al país. Eso es la antipolítica. La política tiene que ser fuerte. Debe ponerse por encima de todas estas cuestiones. Hay gente que sufre. Y la inflación mide más del 50%.
—Hay un punto en común entre el macrismo y la actual conducción económica del Frente de Todos. Ambos plantean que no hay que tener un plan antiinflacionario de shock. ¿Llegamos a un punto en que los costos van a ser menores que los beneficios si hacemos un plan no gradual?
—La gradualidad que planteó Macri era mentira. Asumió con déficit fiscal y lo llevó al triple en pocos meses. No hubo gradualidad, sino hiperaceleración del déficit fiscal. Lo que se hace ahora con costo es una gradualidad. Soy gobernador y en una provincia uno puede tomar medidas más duras y sabe hasta dónde puede. El país es más difícil, es más complicado, y a lo mejor es un anhelo. Salvo que tengamos un viento a favor tan grande. Con el viento de cola no vi a muchos gobiernos recaudar dinero durante 2005/6/7 porque los presupuestos eran al revés de la década anterior, atada a la convertibilidad, donde se hacía un presupuesto determinado de ingresos y se lo debía achicar. Llegó un momento en la Argentina con un crecimiento a tasas chinas, que el crecimiento se lo agrandaba por mayores ingresos.
—Por más que las commodities tengan precios más altos y exista una situación parecida a la de 2005/2006, la inflación para el próximo año viniendo de 50%, podrá bajar a 40%, 30%, 20%. En el mejor de los casos, se necesitarán cuatro años para convertir la inflación en un dígito. El plan que tenía Macri que no funcionó. En lugar de bajarla, la subió. Asume Alberto Fernández y el plan, más antes de la pandemia, era bajarla progresivamente. Pasó lo mismo. Terminó subiéndola. Estamos en 50%. ¿Usted plantea que esperar tres o cuatro años para llegar a una inflación razonable puede ser más costoso, aunque haya viento de cola, aunque las commodities estén altas, que hacer un plan antiinflacionario?
—Es una opinión, pero la mantengo. Intentaría. Necesitamos consenso para eso, pero sería bueno intentarlo. Sería bueno intentar algo que pueda bajar la inflación rápidamente. Nada es gratis, eso está claro.
En Corrientes se desdobló la elección. ¿Por qué no se desdobló en Santiago del Estero?
—Si se hubiera desdoblado, se habría votado tres veces en un año. Sería demasiado en este momento, y especular con una mejor elección. Tomé la decisión y lo anuncié hace bastante para que la gente y las fuerzas políticas tuvieran previsibilidad. Que lo supieran los aspirantes a la gobernación. Tres elecciones en este contexto de pandemia no eran buenas. Junto a veinte gobernadores, incluso gobernadores de la oposición, como el gobernador de Corrientes y el de Jujuy, le planteamos al Presidente públicamente que por este año, y en forma especial y extraordinaria, suspender las PASO por las condiciones sanitarias. Luego se llegó al punto intermedio de suspenderlas por un mes nada más. Pero como tengo la posibilidad de tener una elección más en la provincia, debo ser consecuente con lo que pienso, decidí que serían conjuntas. Vienen siendo así siempre.
—¿Alguna vez se desdoblaron?
—Siempre tomé el mismo criterio, excepto en el año 2009.
—Ahí sacó el 85%.
—Mi primera reelección fue con el 85%. Fue una elección desdoblada. No podía ser de otra manera.
—Había reforma constitucional en ese momento.
—Fue posterior a una intervención federal. La intervención federal había finalizado su mandato un 23 de marzo. Por tanto, mi mandato debía finalizar un 23 de marzo. Por eso, la elección se hizo antes de esa fecha.
—¿Con una elección desdoblada, su resultado electoral sería mejor?
—Ni se me ocurrió tal especulación. Hay cosas más importantes que sacar más o menos votos.
—¿Coincidir con el gobierno nacional les suma o les resta votos a los candidatos?
—Alberto Fernández y Cristina Kirchner tienen muy buena imagen en Santiago del Estero.
—¿Qué porcentaje más o menos?
—Muy por encima del 60%, según las últimas encuestas.
—¿Y usted?
—Y… estamos por ahí también.
—¿Qué cantidad de empleados públicos hay respecto a la población?
—No tenemos un censo aproximado, pero estamos cerca del millón de habitantes. Según el aproximado de 2015, estamos en 940 y pico mil habitantes, pero creo que estamos cerca del millón.
—¿Y cuántos empleados públicos?
—Le puedo decir exactamente cuántos sueldos paga la provincia de Santiago del Estero, incluyendo el gobernador de la provincia, pasando por los funcionarios y magistrados y diputados de los tres poderes del Estado, y hasta el último empleado de cualquier categoría, son muy pocos: 58.800 sueldos. Exactamente los que pagaba la provincia cuando asumí, en 2005. Un gobernador populista de una provincia tildada de feudal, si nombro a un empleado es porque falleció, se jubiló alguien o renunció alguien. En términos vegetativos, achicamos la planta de personal. Estamos por debajo del 42% de masa salarial en términos de presupuesto. De esos sueldos, 26 mil son docentes, 8 mil son policías y más de 4 mil son del sistema de salud. Hay provincias que gastan el 90% en masa salarial y son provincias que hasta se quieren independizar porque dicen que pueden manejarse por sí mismas.
—¿Es correcto decir que el 90% del presupuesto de Santiago se financia con recursos de la coparticipación?
—El 80%. Fluctúa. Hemos mejorado, ese fue un dato histórico de cerca de veinte años atrás. En algún momento, llegó a ser el 92%.